Eran alrededor de las 9:30 de la tarde y por fin fuimos llamados para ir en las camionetas, Carlos me hizo una seña, me lanzó unas llaves y me mostró una camioneta <Esta es una prueba, no falles>. Tomé a la chica del brazo y la llevé al asiento de copiloto de la camioneta, se resistía, pero aun así no me hizo problema el instalarla en donde debía, le abroché el cinturón de seguridad y luego con trabajo logré acomodarme en mi asiento de chofer (mis heridas aun dolían bastante).
Nos fuimos todos por un sendero bajo dos columnas gigantes rocosas, eran alrededor de unas 20 camionetas cargadas a tope de oro. Obviamente el oro estaba cubierto y camuflado, la idea era no llamar la atención, el camino era cada vez mas peligroso, hubo una parte en la que las camionetas apenas tenían espacio para conducir, el mas mínimo error nos haría caer a todos cuesta abajo, mas aun así todos seguíamos conduciendo rápido y sin detención. Por otro lado la joven a mi lado parecía ir muy disgustada, su boca no tenía ninguna especie de venda ni nada, así que tenía libertad de hablar lo que quisiese, de quejarse, pero no habló nada durante todo el camino. De vez en cuando parábamos a descansar los motores a la sombra, ahí aprovechaba de brindarle agua y comida a aquella élfica joven, pero no quiso aceptar nada... al paso de un rato me hizo seña de querer ir a orinar, la dejé detrás de una gran roca para que tuviese privacidad, pero al instante quiso escapar. Corría casi tan rápido como un atleta, me costó bastante alcanzarla, me abalancé sobre ella, pero procuré de ser yo quien tocara tierra primero, mi herida se abrió de nuevo, y ella estaba ahí sobre mi con los ojos cerrados por la impresión de caer a piso. Abrió lentamente sus ojos esmeralda y me miró al hombro sorprendida, pero inmediatamente quiso escapar de nuevo, pero ahí estaba Carlos, y ella quedó helada... <Si yo fuese tu tendría mas precauciones con esta chica, puede que no lo parezca, pero es muy peligrosa...> su mirada era vacía, parecía tenerle lástima a la pobre joven, me miró la herida, me levantó, me sacudió el polvo y me dijo que curaríamos eso al llegar a nuestro destino, mientras tanto el se llevaría a la problemática joven.
El resto del camino fue en general tranquilo, me iba admirando el paisaje desértico, las formaciones rocosas, animales furtivos que aparecían de vez en cuando, y también iba pensando en mi esposa, la extrañaba, me puse a pensar en esa época de nuestro matrimonio, tenía 13 años y ella 12, éramos tan jóvenes y aún así estábamos descubriendo el mundo y el amor. Solíamos vernos en secreto en el bosque atrás del arrollo en el que pescaba con mi padre antes de que muriese, nos besábamos día a día, aveces nos escapábamos de nuestras casas y le llevaba frazadas y dormíamos bajo el cielo estrellado, con la luz de las luciérnagas de agua estancada de por ahí cerca. ''Te amo'' me repetía ella al oído, ''Voy a cuidar de ti para siempre'' le contestaba yo con un nudo en el pecho, quería abrazarla para siempre, que jamas se me fuese de al lado, quería recitarle la poesía que escribía para ella día a día, pero los nervios eran mas grandes, aquella juventud pura y sin malicia. Después de todo solíamos besarnos apasionadamente, buscando el calor del otro...
Un día llegó ella con un cachorro de tigre, estaba feliz, era su regalo de cumpleaños, su familia era adinerada, y ella amaba los felinos. Al ver en sus brazos a la pequeña criatura no pude evitar llenarme de un sentimiento de ternura, la miré a los ojos y ella a mi... <¿lo cuidaremos juntos?>, no pude evitar sonreírle y acariciar su suave rostro <será como un hijo>, ella se sonrojó... <¿como se llamará?>... me puse a pensar... <¿se te ocurre algún nombre?>... ella se acercó a mi y se cobijó en mis brazos, <Quiero que se llame Azazel, como el poderoso y noble guerrero de la leyenda que me contaste cuando aún no nos casábamos, quiero que sea un chico fuerte y proteja a sus seres queridos, que sea como su padre>... me respiró al cuello... un escalofrío me recorrió de pies a cabeza... <Te amo... vamos a dar lo mejor por Azazel>...
Al paso del tiempo el pequeño tigre fue creciendo, jugábamos junto a el todos los días, hasta que sus padres decidieron encerrarlo dentro de sus dominios por el peligro que implicaba tener un tigre suelto. Ese día fue triste, hacía frío, estaba nublado, ella llegó tarde al punto de encuentro... estaba cabizbaja <nuestro hijo está encerrado y no lo dejaran libre nunca mas...>, la abracé y no pude evitar soltar una pequeña lágrima que camufle con una sonrisa, le dije que estaría bien, llevaba el nombre del gran guerrero, de ahora en adelante se iba de casa y nos tocaba ser fuertes como padres.
En medio de mis recuerdos me largué a reír, me causaba ternura lo inocentes que solíamos ser, lo hermoso y simbólico de tener un hijo, aunque no fuese humano, el sufrir y maximizar un problema así, pero de inmediato un nudo en el pecho me atacó... lo que había pasado después de eso era aún peor.
Pasaron un par de meses mas, ya nos estábamos acostumbrando a la idea de que nuestro hijo estuviese en cautiverio del padre de Alice, pero algo aún peor nos esperaba... Un día llegó ella corriendo y llorando a mis brazos... <¡Es Azazel!... ¡Se lo llevan mañana por la mañana!> por un segundo quedé sin reacción, iban a vender a aquel tigre regalo de su hija, en ese momento sus padres sufrían una pequeña crisis económica y debían pagar gastos con algo, luego de un tiempo recuperarían su capital debido a una inversión.
En ese momento casi pierdo el control de la camioneta por pensar en el pasado mientras conducía, me concentré en mi rumbo hasta llegar al destino marcado por Carlos.
Eres tan panda...
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